- Parece hablar casi de un éxtasis místico...
– Sí, es como un estado de meditación zen: es una lucha constante buscándolo. Y anoche lo busqué y no lo encontré. Fue horrible: entonces te equivocas, se te escapan notas...
- ¿Y qué sucede cuando sí lo logra?
–¡Ah..! Levitas… Desaparece todo / todo el / cualquier... (13) miedo, toda inseguridad. Todo fluye, todo te sale, te sientes el rey del mundo, sientes que lo sabes todo / casi todo (14) o... Es maravilloso. Es un estado que engancha tanto, tanto... que quieres volver a sentirlo, y lo buscas cada día.
- Estoy sintiendo envidia... De no haber sido guitarrista, ¿a qué se dedicaría usted hoy?
– Sería un español más, trabajando en cualquier (15) cosa. Pero poniendo los cinco sentidos.
- ¿Le apetecía ser guitarrista?
– Me propuse ser el mejor, el más grande: ¡no quería volver a ver llorar a mi madre porque en casa nos faltaba de comer! Por eso me volqué tan en serio, por eso pasaba la mitad / la mayor parte... (16) de mi tiempo tocando la guitarra, doce horas diarias desde los siete años... A veces más de (17) doce horas, ¡el día entero! Por pobre, por necesidad. Para mí la pobreza no fue un obstáculo, sino un estímulo.
- Y lo consiguió.
– Cuando ya comíamos bien, vino el problema: “¿Y ahora qué?”, me pregunté. Sólo entonces fui consciente de que la música me gustaba por sí misma más que (18) cualquier otra cosa en el mundo.
- Y tanto tocar la guitarra..., ¿no le cansa?
– ¡Muchísimo! Lo pensé anoche antes de salir al escenario: “No tengo ninguna (19) necesidad de estar aquí, nervioso. Podría estar en mi sofá con mi copita de vino y mi platito de queso. No merezco esto...”
- ¿Y por qué lo hace, entonces?
– Eso, ¿por qué...? Por dinero no es... Mi conclusión es que es sólo por vanidad: es por gustar y, así, sentirme querido.
- ¿Qué le apetece hacer cuando no toca?
– Salir a la playa ante mi casa en México, con ese sol que deslumbra, y bucear en sus aguas tan transparentes y cálidas, y pescar con mi arpón. Llevo treinta años pescando, y sólo pesco lo que voy a comerme, nada (20) más.
- Le veo a usted muy / bastante (21) feliz...
– Yo no he perseguido nada (22), sólo he disfrutado de lo que ha venido a mi encuentro.
- Si persigues la felicidad, la asustas, ¿no?
– Si deseas algo (23) y no lo logras, te frustras. Prefiero sacarle jugo a lo que sucede, a lo que va llegándome. ¡Y así tengo ya todo / más de (24) lo que jamás / nunca / siempre (25) soñé de niño! Pedir más sería codicia.
La Vanguardia, España (TEXTO ADAPTADO)